Matanza de haitianos del 37 y “dominicanización” de la Frontera.
- Una masa silenciosa de haitianos vivía en la República Dominicana, atraída por la tierra y por el trabajo. La industria azucarera se sustentaba en gran medida en sus brazos; mientras que el asentamiento en las tierras fronterizas abandonadas por los dominicanos era un hábito de más de un siglo de edad que no había podido ser detenido. En 1937, la moneda haitiana circulaba hasta el pueblo de Mao en el Cibao, hasta Azua en el Sur, y era aceptada en los comercios de Santiago.
En octubre de ese año, tras un discurso de Trujillo en la ciudad fronteriza de Dajabón, el dictador dio órdenes de asesinar a todos los haitianos que se encontraban en el territorio nacional. Murieron unas 18,000 personas. Únicamente pudieron salvar la vida los que alcanzaron a cruzar la frontera o los que fueron protegidos por los ingenios azucareros.
El genocidio levantó la repulsa internacional y Trujillo, calificando el caso como “conflictos fronterizos”, pagó al gobierno haitiano una “compensación” de 750,000 pesos dominicanos.
A partir de entonces se efectúa una especie de cruzada por la “ dominicanización” de la frontera, promoviéndose la repoblación de la zona con familias dominicanas a las que se entregaron tierras, y con la creación de provincias que por vía administrativa ligaron las regiones fronterizas a la Capital de la República.
Opresión
La masacre de los haitianos fue parte de un régimen de terror que afligía y desangraba a los dominicanos. El país era una gran cárcel en donde la vigilancia, el control, la tortura y los asesinatos constituían el orden del día. Nada que no fuera el servilismo, la aceptación sin más de la voluntad del tirano, era permitido.
Numerosos instrumentos servían para mantener sometidos no sólo a los adversarios políticos y a la población en general, sino incluso a sus propios colaboradores. Entre estos instrumentos se destacan el Ejército, el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), grupos como la Guardia Universitaria, la Juventud Trujillista, y mecanismos como la obligación de afiliarse al Partido Dominicano, el servicio militar obligatorio y todo el sistema escolar. Una de las estrategias fundamentales consistió en infiltrarse en la vida cotidiana de los ciudadanos a través de una red de “calieses” o espías que hacían cualquier cosa con tal de ganarse el favor del “Jefe”. Pero su éxito mayor estuvo en el hecho de poner a los ciudadanos en la permanente disyuntiva de colaborar activamente con el régimen o de lo contrario exponerse a ser calificado de “desafecto” y sufrir las consecuencias.
Oposición
Hubo resistencia y oposición política a pesar de la tiranía. Distintas organizaciones clandestinas y sindicales surgieron una vez entrada la década del cuarenta: Partido Democrático Revolucionario Dominicano (1943), Partido de la Juventud Revolucionaria (1944), Partido de la Unión Patriótica Revolucionaria, Partido Socialista Popular (1946), la Federación Local del Trabajo (creada por Mauricio Báez), el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD).
La actividad sindical tuvo un momento de auge en su lucha contra la dictadura entre los años 1942 y 1946, cuando llegaron a existir 113 sindicatos y se organizó una huelga en los ingenios de La Romana y San Pedro de Macorís que afectó todo el este del país.
Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez Grullón, Juancito Rodríguez, Miguel Ángel Ramírez, Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Arvelo, Rolando Martínez Bonilla y Miguel Ángel Feliz Arzeno son algunos de los nombres de los dominicanos que desde el exilio enfrentaron a la dictadura.
Particular mención merecen las expediciones de patriotas de Cayo Confites, Luperón, y la de Constanza, Maimón y Estero Hondo. La primera, organizada desde la provincia cubana de Camagüey, fue abortada en 1947 debido a la presión que el gobierno estadounidense ejerció sobre el gobierno de Cuba. La de Luperón fue planeada desde Guatemala, y tenía por propósito el ataque de diferentes objetivos militares, aunque sólo un grupo expedicionario pudo alcanzar las costas dominicanas por la bahía de Luperón, recibiendo el embate de la milicia trujillista (junio de 1949). Diez años después, en 1959, se produce la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, preparada por el Movimiento de Liberación Dominicana desde la provincia cubana de Pinar del Río, donde los revolucionarios estuvieron entrenando durante tres meses.
Aunque la avanzada de junio de 1959 fue abatida, incidió en un súbito fervor de la disidencia política en el país, la cual se vio alentada además por el triunfo de la Revolución Cubana y el deterioro manifiesto de la dictadura expresado en el frustrado intento de asesinato del presidente de Venezuela Rómulo Betancourt, el rompimiento con la Iglesia Católica y la escalada de crímenes horrendos que en su desesperación cometían los esbirros del régimen.
Uno de esos crímenes fue el cometido contra las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal y su chofer Rufino de la Cruz, quienes fueron salvajemente asesinados el 25 de noviembre de 1960.
Fuente: http://www.dominicanaonline.org/portal/espanol/cpo_leonidastrujillo.asp
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